viernes, mayo 26, 2006

Homenaje

En vista de que ayer fue el dia de recordar al fantástico autor de ciencia-ficción Douglas Adams, pongo acá un par de fragmentos de uno de sus libros... "El Restaurante del Fin del Mundo".. esto con el fin de rendirle homenaje y porque en realidad me gustan mucho sus libros.
Además porque hay que difundir el trabajo de un genio y así tal vez más gente lea sus libros y se deleite con su exquisito humor y grandiosa imaginación.

El Universo: Algunas informaciones para ayudarle a vivir en él.

1. Zona: Infinito.
La Guía del Autoestopista Galáctico da la siguiente definición de la palabra "infinito".
Infinito: Mayor que la cosa más grande que haya existido nunca, y más. Mucho mayor que eso, en realidad; verdadera y asombrosamente enorme, de un tamaño absolutamente pasmoso, algo para decir: "vaya, qué cosa tan inmensa". El infinito es simplemente tan grande, que en comparación la grandeza misma resulta una nadería. Lo que tratamos de exponer es una especie de concepto que resultaría de lo gigantesco multiplicado por lo colosal multiplicado por lo asombrosamente enorme.

2. Importaciones: Ninguna.
Es imposible importar cosas a una zona infinita, al no haber un exterior del que importarlas.

3. Exportaciones: Ninguna.
Véase Importaciones.

4. Población: Ninguna.
Es sabido que existe un número infinito de mundos, sencillamente porque hay una cantidad infinita de espacio para que todos se asienten en él. Sin embargo, no todos están habitados. Un número finito dividido por infinito se aproxima lo suficiente a la nada para que no haya diferencia, de manera que puede afirmarse que la población media de todos los planetas del Universo es cero. De ello se desprende que la población media de todo el Universo también es cero, y que todas las personas con que uno pueda encontrarse de vez en cuando no son más que el producto de una imaginación trastornada.

5. Unidades monetarias: Ninguna.
En realidad, en la Galaxia hay tres monedas de libre cambio, pero ninguna cuenta. El dólar altairiano se ha desmoronado hace poco, la bolita pobble flainiana sólo se puede cambiar por otras bolitas pobbles flainianas, y el pu trigánico tiene sus propios problemas muy particulares. Su tasa de cambio, ocho ningis por un pu, es bastante simple, pero como un ningi es una moneda triangular de goma, de diez mil cuatrocientos kilómetros por cada lado, nunca ha tenido nadie suficiente para poseer un pu. El ningi no es una moneda negociable porque los galactibancos se niegan a tratar con un cambio insignificante. A partir de esta premisa fundamental es muy sencillo demostrar que los galactibancos también son producto de una imaginación trastornada.

6. Arte: Ninguno
La función del arte es servir de espejo a la naturaleza, y no existe un espejo lo suficientemente grande: veáse el punto uno.

7. Sexualidad: Ninguna.
Bueno, en realidad hay muchísima, sobre todo debido a la total ausencia de dinero, de comercio de bancos, de arte y de cualquier otra cosa que mantenga ocupada a toda la población inexistente del Universo.
Sin embargo, no vale la pena emprender ahora una larga discusión sobre ello, porque es algo verdaderamente muy complicado.
Y otra dedicada con amor para todos los vegetarianos:

Un animal enorme se acercó a la mesa de Zaphod Beeblebrox, un cuadrúpedo gordo y carnoso de la especie bovina con grandes ojos acuosos, cuernos pequeños y lo que casi podía ser una sonrisa agradecida en los morros.

- Buenas noches - dijo con voz profunda, sentándose pesadamente sobre la grupa-. Soy el plato fuerte del Plato del Día. ¿Puedo llamar su atención sobre alguna parte de mi cuerpo?
Mugió y gorjeó un poco, movió los cuartos traseros para colocarse en una postura más cómoda y les miró pacíficamente.
Arthur y Trillian recibieron su mirada con asombro y estupefacción. Ford Prefect alzó los hombros resignado; Zaphod Beeblebrox clavó los ojos en la vaca con hambre canina.
-¿Algo del cuarto delantero, tal vez?- sugirió el animal-. ¿Dorado a fuego lento con salsa de vino blanco?
-Humm..., ¿de tu cuarto delantero?- dijo Arthur, con un murmullo aterrorizado.
-Naturalmente, señor; de mi cuarto delantero -contestó la vaca con un mugido de contento-. No puedo ofrecer el de nadie más.
Zaphod se puso en pie de un salto y empezó a examinar con la mano el cuarto delantero del animal.
-O de la cadera, que está muy bien - murmuró el cuadrúpedo-. Me he estado entrenando y comiendo mucho grano, así que ahí tengo mucha carne.
Soltó un gruñido suave, gorjeó de nuevo y empezó a rumiar. Volvió a tragar el bolo alimenticio.
-¿O quizá un estofado? - añadió.
-¿Quieres decir que este animal quiere de verdad que nos lo comamos? - musitó Trillian a Ford.
-¿Yo? -dijo Ford, mirándola con ojos vidriosos-. Yo no quiero decir nada.
-¡Esto es realmente horrible! -exclamó Arthur-. Es lo más repugnante que he oído jamás.
-¿Cuál es el problema, terráqueo? -preguntó ZAphod, que ahora trasladaba su atención a las enormes caderas de la vaca.
-Que me niego a comer un animal que se pone delante de mí y me invita a hacerlo -dijo Arthur-; es cruel.
-Es mejor que comer un animal que no quiere que lo coman - apostilló Zaphod.
-No se trata de eso -protestó Arthur. Luego lo pensó un momento y agregó-: De acuerdo, tal vez se trate de eso. Pero no me importa, no voy a pensar en eso ahora. Sólo... hummm...
El Universo rugió en su agonía final.
-Creo que sólo tomaré una ensalada.
-¿Puedo sugerirle que considere mi hígado? -preguntó la vaca-. Ya debe estar muy tierno y muy rico, me he estado alimentando durante meses.
-Una ensalada - dijo Arthur en tono enfático.
-¿Una ensalada? -repitió el cuadrúpedo, mirando a Arthur con desaprobación.
-¿Vas a decirme que no debería tomar una ensalada? - inquirió Arthur.
-Pues conozco muchos vegetales que se manifiestan muy claramente a ese punto -respondió el animal. Por eso es por lo que al fin se decidió cortar por lo sano todo ese problema complicado y alimentar un animal que quisiera que se lo comierany fuera capaz de decirlo con toda claridad. Y aquí estoy yo.
Logró realizar una leve reverencia.
-Un vaso de agua, por favor - pidió Arthur.
-Mira -dijo Zaphod-, nosotros queremos comer, no atracarnos de discusiones. Cuatro filetes poco hechos, y de prisa. No hemos comido en quinientos setenta y seis mil millones de años.
La vaca se incorporó con dificultad. Emitió un gorjeo suave.
-Una elección muy acertada, señor, si me permite decirlo -dijo-. Bueno, voy a pegarme un tiro enseguida.
Se volvió y guiñó amistosamente un ojo a Arthur.
-No se preocupe, seño -le dijo-, seré muy humano.
Y sin prisas, se dirigió contoneándose a la cocina.
Unos minutos después, llegó el camarero con cuatro filetes enormes y humeantes. Zaphod y Ford se lanzaron como lobos sobre ellos sin dudar un segundo. Trillian esperó un poco, se encogió de hombros y se dedicó al suyo.
Arthur miró su plato sintiendo ligeras náuseas.
-Oye, terráqueo -le dijo Zaphod con una sonrisa maliciosa en la cara que no estaba atiborrada de comida-, ¿qué es lo que te pasa?
La orquesta siguió tocando.

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